Tratamiento Osteopático en niños y adolescentes I
Hace unos años llegó a mi consulta un chico de 12 años, lleno de vida, sonriendo y despistado acompañado con su madre quien me lo confió alegando que él me explicaría la razón de la consulta. L. sin perder tiempo me contó su historial clínico, que llevaba años yendo a terapias manuales y que estaba acostumbrado a darse masajes. Venía a probar porque últimamente una de las terapias, demasiado suave según él, no le estaba dando tan buenos resultados como antes. Su madre había oído hablar de mí y como mi consulta estaba en su bario (Albufereta en Alicante) les venía mejor a ambos.
Acostumbrada a tratar con niños y adolescentes y por lo pequeño que era L. entonces, pensé que 30 minutos de tratamiento serían suficientes, sabiendo que este chaval estaba
poniéndome a prueba.
¡Su “espaldita” era todo un cuadro! Una enorme cicatriz debida a una operación quirúrgica en la zona costal derecha, contracturas por todas partes más localizadas en el cuello y la zona del omoplato izquierdo y el hombro derecho más alto que el otro y rotando hacia adelante.
¡Tantas cosas que tratar en tan poca espalda y tan poco tiempo! De repente sentí un verdadero “subidón” y aumentó mi concentración. Los músculos estaban comprimidos como ahogados por lo que les rodeaba. Necesitaban libertad, elasticidad y movilidad.
Hasta que L. cumplió los 15 años con las técnicas de masaje y estiramientos obtuvimos buenos resultados.
Sin embargo, a medida que L. se estaba haciendo mayor (incremento de segregación de testosterona en su organismo entre otras cosas) el tratamiento osteopático se había convertido en nuestro mejor aliado. L. estaba pasando por mucho estrés. Ese año se se jugaba a nivel escolar su futuro: entrar en facultad de medicina en Gran Bretaña. Mantuvimos a rayas las cefaleas y los dolores de espalda crónicos desde los 6 años y a pesar de no tener casi tiempo libre no dejó pasar más de 3 semanas entre cada sesión.
Para L. los masajes y la osteopatía eran parte de su bien estar y rendimientos físico y intelectual. Sabía que sólo la constancia le había permitido crecer en armonía y evitar más complicaciones en su cuerpo. Tenía claro que estudiera donde estudiera, lo primero sería encontrar un osteópata masajista cerca de su domicilio.